REFLEXIONES SOBRE MI
PRÁCTICA DOCENTE Y EL E-PORTAFOLIO
Sin duda alguna, el quehacer
docente de corte tradicional ha quedado solamente como sustento
teórico-metodológico, ya sea para reflexionar sobre la importancia de su
práctica en un momento histórico determinado; o sea para reorientar nuestra
práctica en la vorágine en que nos someten los tiempos actuales; de ese mundo
globalizado y la exigencia de nuestra sociedad mexicana de lograr alcanzar
niveles estándares de calidad en la educación y en la que es casi imposible no
dejarse arrastrar por esta necesidad.
Mi planteamiento va encaminado al
uso, dentro del proceso enseñanza-aprendizaje, de los llamados E-portafolio y
la importancia que reviste, específicamente en uno de los tres momentos del
proceso como es la evaluación de los aprendizajes. Si bien, los portafolios
docentes y portafolios del alumno no representan una herramienta
didáctico-pedagógico desconocida dentro de nuestra función docente, estos no
han tenido un soporte teórico, técnico y metodológico y mucho menos, con la
connotación que se cita de Shulman (1998) “dentro del ámbito de la formación y
evaluación docente, teorizándole e intentando una sistematización desde el
punto de vista metodológico”. Los portafolios de evidencias hasta hoy, en cada
docente, han tenido características muy particulares conformadas con objetivos
e intenciones, acorde con una planeación didáctica, pero revestida de nuestra
experiencia y necesidad práctica para difusión de los logros académicos y,
principalmente en caso particular, para
la evaluación de los aprendizajes.
Reflexionar en torno al
portafolio de evidencia y, específicamente en su modalidad electrónica, es un
gran reto para nuestro trabajo docente; no por lo que implica el trabajo
práctico, sino por la intencionalidad que conlleva al querer, de momento,
orientarse solamente a un cometido acreditativo, Baron (2004) y Wray (2008)
para responder al cometido fundamental de certificar la productividad y el
desempeño de los maestros, preferentemente desde perspectiva cuantitativa
preocupada ante todo por la rendición de cuentas. El peligro está en que
encontremos en el camino conceptos rígidos de elaboración y concepción de un portafolio
de evidencia que nos lleve diseñar planes de trabajo descontextualizado de la
realidad social de la comunidad y la cotidianidad de nuestros alumnos.
Considero importante
conceptualizar y empezar el uso de portafolios de evidencia, dentro de un
proceso de evaluación, con intencionalidad comunicativa y formativa Baron (2004) y Wray (2008); hacia la difusión
de trabajos y de logros académicos con la finalidad de un compartimiento y
retroalimentación de mis pares; donde los componentes no deben regirse por estándares
sino por vivencias laboral y/o profesional de corte personal, producto de
nuestra experiencia docente. Seguido y como parte de un proceso, la orientación
formativa (Gibson y Barrett, 2003) nos
debe llevar al ejercicio de la reflexión crítica sobre nuestro trabajo y de
esta manera tomar conciencia de logros, necesidades e intereses para rediseñar
nuestras estrategias de enseñanza-aprendizaje y articular los procesos de
formación y actualización.
Sin lugar a dudas, la propuesta
de Rigo Lemini, EL CASO DE UN PORTAFOLIO ELECTRÓNICO DOCENTE: FORMACIÓN,
ACTIVIDAD REFLEXIVA Y PERCEPCIÓN SOCIAL plantea desafíos y retos, no solo de
una formación de dimensión tecnológica y
de recursos digitales variados , sino como propuesta pedagógica que hace el
autor al “concebir el portafolio docente como esencialmente formativo, lo que
equivale a decir orientado a la innovación y a la mejora, de carácter
gradualista y evolutivo, promotor del aprendizaje y el desarrollo docente,
facilitador de una reflexión crítica e ilustrada sobre nuestro trabajo,
detonador por igual de procesos metacognitivo y de toma de conciencia emocional
(Heath, 2004). La conceptualización anterior nos ubica en la necesidad del desarrollo de las Competencias que nos debe definir, docentes
de la EMS, mismas que son formuladas en función de las cualidades individuales,
de carácter ético, académico, profesional y social. Competencias que determinan
la organización de una formación continua; dominar y estructurar los saberes
para facilitar experiencias de aprendizaje significativo; identificar
necesidades de formación de los estudiantes en base al contexto disciplinar,
curricular y sociales amplios, rediseñar continuamente nuestro proceso de
enseñanza-aprendizaje con base a una propuesta constructivista, etc.
Reitero nuevamente, la
elaboración de portafolio de evidencias, ya sea físico o electrónico, conlleva
a retos y desafíos para el docente, pero si en esta necesidad de cambios no
somos acompañados por cambios estructurales de nuestras instituciones
educativas en todos los niveles; si nuestras escuelas no cuentan con la
infraestructura requerida a nuestra era digital, si nuestros alumnos arrastran
necesidades básicas, si las familias no cuentan con un ambiente social libre de
presiones, si nuestras autoridades
educativas no tienen el perfil requerido para su función, etc., etc. será más
lento el logro de objetivos propuestos.
Rosa Eugenia
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